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Psy - 6 - espanol
Manuel Diez Matilla : un destino olvidado
Psicoanalisis de la obra de Manuel Diez Matilla
Sexta partie
Refundicion al juesves 11 de agosto 2011
Por Christian Diez Axnick
Más abajo una mesa redonda marfil hecha por mi padre, de una gran riqueza ornamental.
Más abajo dos telas de mi abuela, a los tonos fríos verdes y azules, que demuestran su enfermedad larga y dolorosa: el alzheimer.
Comparemos de nuevo con un detalle de la alfombra de la creación, madre, serpiente, y niño.
La tela de mi padre es también profética, y aborda, sitúa el decaimiento largo, el desorden y el desconcierto mental de abuela.
La serpiente lleva a cabo poco a poco a la madre.
Entre las centenas de telas realizadas por mi padre, podemos retener la serie de dos o tres telas que había realizado cada vez sobre temas diferentes. También bien el tema pastoral del cazador de jilgueros, o todavía el del hombre que reza delante de un crucifijo. Se había inspirado del Figaro y de una foto después de la catástrofe de Fréjus. O todavía las de mi abuela, gravemente alcanzada de alzheimer. Con tonos azules y verdes que evocan la enfermedad y el decaimiento terrible y mental que arrastra.
Mi padre cuando abordaba un tema, volvía a veces por encima. A la llegada conservamos a veces sólo ciertas fotos de ciertas telas que han acabo por aterrizar dios sabe donde.
Hacía lo mismo desde el punto de vista de la composición. Por ejemplo cuando se iba sobre los neutros para trabajar los fondos, luego venía de allí a los verdes para los árboles, y a toda una paleta de colores. Marrones, ocres, gris, una punta de rojo para azular las extremidades. Su conocimiento de las gamas, la facilidad con la cual conseguía deslizar millares de coloridos, al innovar en la elección de los colores, queda algo de bastante sorprendente.
No se cansaba de trabajar con los pinceles, de venir y de volver, de rascar como se dice en la jerga de los pintores en batimiento. Es un poco la misma cosa para las mesas o los muebles, ponemos en realidad poca pintura sobre el pincel, vamos y volvemos, despacio, cada cosa a su tiempo.
También realizó retratos de mi madre, de amigos, de otras personas de la familia. Estuve inmerso muy temprano en esta atmósfera particular. Tenía un papá superdotado, y reaccionaba como un pilluelo a quien se abre las puertas del secreto y de la gente. Fui asombrado, privilegiado es el término exacto.
Desgraciadamente, mis dos hermanos no compartían mi gusto y mi pasión por el trabajo que hacía, por lo menos tanto como yo. Por eso, verdaderamente no di prueba más que ellos, y quiero pedir perdón, porque jamás demasiado tuve tiempo de pintar, por fin jamás muchísimo. El problema es más bien que otras pasiones de mis dos hermanos aventajaban sobre la pintura. Pero tampoco no era particularmente trabajador, contrariamente a mi padre que era una bestia de trabajo. Pero me gustaba trabajar mucho con él en el taller.
En cambio, asimilaba a su técnica, una buena parte de su saber. Me gustaba mucho mirarlo trabajar, fui asombrado. Y sin embargo, es tan ridículo si se basa en la historia del arte, en el mercado del arte. Era un pintor tanto ignorado para no decir en parte rechazado por la sociedad, mismo si conoció sus horas de gloria.
Sobre lo que lo vi hacer, concerniendo a ciertas mesas, ciertos muebles, ciertos decorados florales, naturales o acuáticos, debo decir que le consagraba una admiración sin límite, yo que resto hay que decirlo bien un individuo bastante ordinario e incluso mediocre, pero no quiero tampoco ennegrecer demasiado el cuadro en lo que se refiere a mí.
Lo ayudé al taller también durante una buena quincena de años. Empecé el taller a los 8 años y la fábrica a los 16, más tarde me aburguesé, continué la escuela, pero al fondo no nos enteramos allí de gran cosa otra que el odio y el desprecio de las diferencias. Es un lugar donde se sube la gente unos contra otros fácilmente, el lugar de todas las manipulaciones también. Al el taller, no mentimos, se conoce la calidad de cada persona y sus capacidades. Todo se evalua en un taller.
Es verdad que a veces, mi padre me trataba un poco como un microbio, pero no era especialmente despabilado o manual tampoco, ni demasiado no dotado. En cambio, hacía griegos, pasaba la mezcla, hacía los dorados y muchas otras cosas.
Es verdad que a veces, mi padre me trataba un poco como un microbio, pero no era especialmente despabilado o manual tampoco, ni demasiadamente duado. En cambio, hacía griegas, pasaba la mezcla, hacía los dorados y muchas otras cosas.
Debo decirlo por respeto al público, su desaparición me había sumergido en el desconcierto, no comprendía más donde era. No podemos haber estado con tal monumento sin dejar allí algo que pertenezca para siempre a la historia. Murió en la injusticia, en pleno de los estragos causados por el sida, en un mundo abandonado a si mismo. Dejó su huella, su pata mágica, y salió a reunir en alguna parte los suyos, los que son en alguna parte también unos nuestros, porque nuestro pueblo conoció sus horas de sufrimiento también.
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